Sor Emanuel y María Simma Reportaje de Sor Emanuel a María Simma
Sor Emanuel, muy conocida por aquellos que conocen la
aparición de María en Medjugorje, tuvo la oportunidad de realizar a María Simma
un reportaje en su humilde casa en la montaña, el cual fue documentado en un
hermoso libro titulado "El maravilloso secreto de las Almas del Purgatorio - Sor Emanuel y María Simma".
Sor Emanuel:
Henos aquí, María, ¿puedes contarnos ahora cómo fuiste
visitada, la primera vez, por un alma del Purgatorio?
María Simma:
Sí, fue en el año 1940, de noche, a las 3 o 4 de la
madrugada. Oí a alguno que iba y venía en mi cuarto. Esto me despertó. Miré
para ver quien pudiese haber entrado en mi cuarto.
-¿Tuviste miedo?
- No, yo no soy nada miedosa. Cuando yo era pequeña, mi
madre me decía que era una niña del todo especial, porque nunca tenía miedo.
-¿Y entonces, esa noche? ¡Cuéntanos!
- Oh, vi que era un extraño. Iba y venía lentamente.
Le pregunté con tono severo:
-"¿Cómo has entrado aquí?, ¿qué has perdido?".
Pero él continuaba a caminar en mi cuarto, de aquí para
allá, como si nada fuese. Entonces le volví a preguntar:
-"¿Qué haces?".
Y puesto que continuaba sin querer responderme, me levanté
de un salto para aferrarlo, pero no toqué más que el aire, y el hombre había
desaparecido...
Entonces regresé a la cama, y de nuevo comencé a sentir que
iba y venía. Me preguntaba por qué veía allí a ese hombre, y por qué no podía
aferrarlo. Me levanté de nuevo para asirlo y para hacer que desistiese de
caminar. Nuevamente me topé con la nada. Quedé perpleja. Volví a acostarme. No
volvió otra vez, pero aquella noche no conseguí adormecerme.
Al día siguiente, después de misa, fui a ver a mi director
espiritual y le conté lo sucedido. El me dijo
-"Si todo eso recomienza, no preguntes: "¿Quién
eres?, sino, ¿―Qué quieres de mí?".
La noche siguiente el hombre regresó. Era el mismo, y yo le
pregunté:
-"¿Qué quieres de mí?".
Me respondió:
-"Haz celebrar tres misas por mí y yo seré
liberado".
Entonces comprendí que era un alma del Purgatorio. Mi padre
espiritual me lo confirmó. Me aconsejó de no rechazar jamás a las almas del
Purgatorio, y de acoger con generosidad sus pedidos.
- Y después, ¿continuaron las visitas?
- Sí, durante algunos años venían tres o cuatro almas
solamente, sobre todo en el mes de noviembre. Luego no vinieron más.
- ¿Y qué te piden estas almas?
- Muchas veces piden hacer celebrar misas y asistir a esas
misas; piden de recitar Rosarios, y también de hacer el Vía Crucis.
- A este punto se nos plantea una pregunta, que es
fundamental: ¿Qué es exactamente el Purgatorio?
- Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y
aquí quisiera proponerles una imagen toda mía.
Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser
extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca vista sobre la tierra.
Aquí quedan fascinados, trastornados por este Ser de Luz y de Belleza, tanto
más que él demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen
imaginado); se dan cuenta que también él tiene un gran deseo de atraerlos a sí,
de abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja
seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero ustedes, se dan cuenta, en
ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que huelen mal, que se
sienten horriblemente feos; tienen la nariz que chorrea, los cabellos grasosos
y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc. Entonces
se dicen a sí mismos: "¡No, no es posible que yo me presente en este
estado!. Es preciso que antes me lave, me duche, y luego, rápidamente, regrese
a verlo…". Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan
intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente
insoportable. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos minutos,
causa un ardor atroz en el corazón. Y, ciertamente, este ardor es proporcional
a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor...
Ahora he aquí otro episodio que demuestra cómo el Señor
acepta y valoriza también un simple acto de bondad:
- El alma de una mujer se presentó, un día, con un balde en
mano.
-"¿Qué haces con ese balde?", le pregunté.
-Es la llave de mi Paraíso, respondió radiante. No he orado
mucho durante mi vida; raramente iba a la iglesia pero una vez, antes de
Navidad, he limpiado gratuitamente toda la casa de una pobre anciana. Ha sido
mi salvación".
Esta es la prueba de que todo depende de la caridad.
Es también importante, cuando se está a punto de la muerte,
abandonarse a la voluntad del Señor. María me narró el caso muy hermoso de una
madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y de
inquietarse ella dijo al Señor:
-"Acepto la muerte, en el momento que tú lo quieras, y
pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé que tú encargarás de
ellos".
María me dijo que, a causa de esta inmensa confianza en
Dios, esa mujer fue directamente al Paraíso sin pasar por el Purgatorio.
Verdaderamente se puede decir que el amor; la humildad y el abandono a Dios son
tres llaves de oro que nos hacen entrar directamente en el Paraíso.
- María, ¿podrías decirnos cuáles son los medios más
eficaces para facilitar la liberación de las almas del Purgatorio?
- El medio más eficaz es la Misa.
- ¿Por qué la Misa?
- Porque es Cristo quien se ofrece por amor nuestro. Es la
ofrenda del mismo Cristo a Dios, la más bella de las ofrendas. El sacerdote es
el representante de Dios y es el mismo Dios que se ofrece y se sacrifica por
nosotros. La eficacia de la Misa por los difuntos es tanto mayor cuanto más
grande ha sido la estima que ellos tuvieron por la Misa cuando eran todavía en
vida. Si en esas Misas han orado con todo el corazón y si han asistido también
durante la semana, según el tiempo disponible, ellos sacarán grande provecho de
las misas celebradas por ellos. También en esto se recogerá lo que se ha
sembrado. Además de ir nosotros, no nos olvidaremos de invitar a nuestros hijos
a que asistan a estas Misas, y, si posible, invitemos a los muchachos de las
escuelas. Ningún padre, ninguna madre, ningún catequista puede poner en el
corazón del niño lo que Nuestro Señor personalmente le da, en gracias, durante
la Misa y la Comunión.
Agregaré que un alma del Purgatorio ve muy bien el día de
sus funerales: si se reza verdaderamente por él o si, simplemente, se hace acto
de presencia para mostrar que está allí. Ellas dicen que las lágrimas no sirven
para nada para ayudarlas. En cambio sirve mucho la oración. Con frecuencia esas
almas lamentan el hecho de que las personas asisten a su sepultura, pero no
elevan una sola plegaria a Dios; derraman muchas lágrimas, pero eso es inútil.
Apuntes sobre las almas del purgatorio María Simma
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Con relación a la Misa, quisiera citarles un hermoso ejemplo
narrado por el santo Cura de Ars a sus parroquianos:
"Hijos míos, un buen sacerdote había tenido la
desgracia de perder un amigo muy querido. Por eso rezó mucho por la paz de su
alma. Un día Dios le hizo saber que su amigo estaba en el Purgatorio y sufría
terriblemente. Este santo sacerdote pensó que no podía hacer algo mejor que
ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por su querido difunto. En el momento de
la Consagración, tomó la Hostia entre sus manos y dijo:
-"Padre Santo y Eterno, en tus manos divinas está el
alma de mi amigo en el Purgatorio y en mis pobres manos de ministro tuyo está
el Cuerpo de Tu Hijo Jesús. Pues bien, Padre Bueno y Misericordioso, libra a mi
amigo y yo te ofrezco a Tu Hijo junto con todos los méritos de Su Gloriosa
Pasión y Muerte".
Este pedido fue escuchado. De hecho, en el momento de la
elevación, él vio que el alma de su amigo subía al Cielo resplandeciente de
gloria. Dios había aceptado la ofrenda‖.
"Por eso hijos míos, concluyó el santo Cura de Ars,
cuando queramos liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio,
hagamos lo mismo. Ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio, a Su
Hijo Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá
rechazarnos nada".
Otros medios muy eficaces para ayudar a las almas del
Purgatorio son el ofrecimiento de nuestros sufrimientos, nuestras
mortificaciones y el sufrimiento voluntario, como por ejemplo el ayuno, las
privaciones, etc. Y, naturalmente, también los sufrimientos involuntarios como
las enfermedades, los lutos, los abandonos...
- María, tú fuiste invitada, muchas veces, a sufrir por las
almas del Purgatorio para liberarlas. ¡Puedes decirnos qué has vivido y probado
en esos momentos!
- La primera vez un alma (era una mujer) me preguntó si
quería sufrir tres horas, en mi cuerpo, por ella; y agregó que luego yo podría
retomar mi trabajo. Yo me dije:
-"Si es sólo por tres horas, quiero aceptar".
Esas tres horas me parecieron que durasen como tres días,
tan terribles eran los sufrimientos. Pero, al final, miré el reloj y vi que
habían pasado sólo tres horas. EI alma luego me dijo que, habiendo aceptado
sufrir con amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años de Purgatorio.
- María, ¿por qué, una vez llegados al Purgatorio, no se
pueden adquirir méritos y, en cambio, mientras se está en la tierra siempre se
los pueden adquirir?
- Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan.
Mientras uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las
almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad nuestra.
Hasta los Ángeles son celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de
"crecer" mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas veces la
aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y tenemos dificultad
en aceptarlo y vivirlo bien.
- Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar
frutos?
- Los sufrimientos son la prueba más grande del Amor de
Dios, y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.
- Pero ¿qué hacer para recibir los sufrimientos como un don,
y no (como se hace con frecuencia) como una punición o un castigo?
- Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe
mejor que nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.
Quisiera referir aquí un testimonio que María me ha contado
a propósito del sufrimiento.
El hecho ocurrió en el año 1954.
Una serie de avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre
un pueblito cercano al de Mana, causando gravísimos daños. Otros aludes se
habían precipitado en dirección al pueblito de María. Pero aquí sucedió que los
aludes se detuvieron ante el pueblito en modo ciertamente milagroso, sin causar
algún daño. Las almas dijeron a María que en ese pueblito había vivido y muerto
una mujer que, durante treinta años, estuvo enferma y había sido cuidada muy
mal; había sufrido terriblemente durante todos esos años, ofreciendo todos sus
dolores por el bien de su pueblito. Las almas revelaron a María que, gracias al
ofrecimiento de aquella mujer, el pueblito se había salvado. Ella había
ofrecido sus sufrimientos durante 30 años y los había soportado con paciencia.
María nos dice que, si aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese
podido proteger a su pueblito; agrega que con el sufrimiento, pacientemente
soportado, se pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver
siempre el sufrimiento como una punición. Puede ser aceptado como expiación, no
sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás. Jesucristo era
inocente, y fue Él quien sufrió más que todos para expiar por nuestros pecados.
Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido
por medio del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los
sufrimientos de Cristo.
- María, ¿se da una cierta rebeldía por parte de las almas
del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?
- No, ellas quieren purificarse y comprenden que los
sufrimientos son necesarios.
- ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento
en el momento de la muerte?
- La contrición es importantísima. Los pecados como sea, son
perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener la
indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es, ir derecho al Cielo,
el alma tiene que estar libre de toda atadura.
Ahora quisiera referir un testimonio muy significativo que
nos ha contado María. Le habían pedido que se informara sobre una mujer cuyos
parientes la creían perdida, pues había vivido una vida muy mala y estaba
totalmente inmersa en el pecado. Fue víctima de un accidente: se había caído
del tren que, en su marcha, la había arrollado y matado. Un alma dijo a María
que esa mujer se había salvado del Infierno porque, en el momento de la muerte,
había dicho a Dios:
-"Tú haces bien en retomar mi vida, porque así ya no
podré ofenderte",
y eso canceló todos sus pecados. Y esto es muy
significativo, porque un solo acto de humildad, de arrepentimiento en la hora
de la muerte, nos salva. Eso no significa que esa mujer no haya pasado por el
Purgatorio; pero se salvó del infierno merecido a causa de su conducta.
- María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿se
da un tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes
de entrar en la eternidad, un tiempo, si se quiere, entre lo muerte aparente y
la muerte real?
- Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se
arrepienta de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios.
En ese breve tiempo se ve como en una película la propia
vida.
Yo conocía a un hombre que creía en los preceptos de la Iglesia,
pero no en la vida eterna; un día se enfermó gravemente y entró en coma.
Entonces él se vio en una sala con una pizarra en la que estaban escritas todas
sus acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra desapareció,
también las paredes de aquella sala, y todo era infinitamente bello. Luego se
despertó del coma y decidió cambiar de vida.
Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el
libro "La vida más allá de la vida": la experiencia momentánea de la
luz sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más como vivían
antes.
- Entonces, María, ¿en la hora de la muerte, Dios se revela
con la misma intensidad a todas las almas?
- A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida, y
también del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad
de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.
- María, ¿el diablo tiene el poder de atacarnos en el
instante de nuestra muerte?
- Si, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y
de rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer nada.
- María, ¿qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo
ya en esta tierra?
- Ser humildísimo. No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir
del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.
- María, ¿podrías decirnos si se puede pedir al Señor el
hacer nuestro propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la
muerte?
- Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos
estaban enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía
al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario pare ir
directamente al Cielo, y el sacerdote respondió que él no se atrevía a pedir
eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la conversación.
Luego la muchacha murió antes, y poco después murió también el sacerdote; él se
apareció a la religiosa diciéndole:
-"Si hubiese tenido igual confianza que esa muchacha,
también yo hubiese ido directamente al Paraíso '´.
- Gracias por este hermoso testimonio, María.
Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar
de comer a las gallinas.
La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras
preguntas
- Sí, por cierto que es difícil describirlos. Pero, dime,
¿Jesús no va al Purgatorio?.
- Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va.
Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella
misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es
la Madre de Misericordia quien da noticias.
Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los
Ángeles están allí: San Miguel... y cada alma tiene cerca a su Ángel Custodio.
- ¡Qué estupendo, los Ángeles están con nosotros! Pero, ¿qué
hacen los Ángeles en el Purgatorio?
- Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.
- María, ¿se da una cierta rebeldía por parte de las almas
del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?
- No, ellas quieren purificarse y comprenden que los
sufrimientos son necesarios.
- ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento
en el momento de la muerte?
- La contrición es importantísima. Los pecados como sea, son
perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener la
indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es, ir derecho al Cielo,
el alma tiene que estar libre de toda atadura.
Ahora quisiera referir un testimonio muy significativo que
nos ha contado María. Le habían pedido que se informara sobre una mujer cuyos
parientes la creían perdida, pues había vivido una vida muy mala y estaba
totalmente inmersa en el pecado. Fue víctima de un accidente: se había caído
del tren que, en su marcha, la había arrollado y matado. Un alma dijo a María
que esa mujer se había salvado del Infierno porque, en el momento de la muerte,
había dicho a Dios:
-"Tú haces bien en retomar mi vida, porque así ya no
podré ofenderte",
y eso canceló todos sus pecados. Y esto es muy
significativo, porque un solo acto de humildad, de arrepentimiento en la hora de
la muerte, nos salva. Eso no significa que esa mujer no haya pasado por el
Purgatorio; pero se salvó del infierno merecido a causa de su conducta.
- María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿se
da un tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes
de entrar en la eternidad, un tiempo, si se quiere, entre lo muerte aparente y
la muerte real?
- Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se
arrepienta de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios.
En ese breve tiempo se ve como en una película la propia
vida.
Yo conocía a un hombre que creía en los preceptos de la
Iglesia, pero no en la vida eterna; un día se enfermó gravemente y entró en
coma. Entonces él se vio en una sala con una pizarra en la que estaban escritas
todas sus acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra
desapareció, también las paredes de aquella sala, y todo era infinitamente
bello. Luego se despertó del coma y decidió cambiar de vida.
Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el
libro "La vida más allá de la vida": la experiencia momentánea de la
luz sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más como vivían
antes.
- Entonces, María, ¿en la hora de la muerte, Dios se revela
con la misma intensidad a todas las almas?
- A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida, y
también del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad
de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.
- María, ¿el diablo tiene el poder de atacarnos en el
instante de nuestra muerte?
- Si, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y
de rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer nada.
- María, ¿qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo
ya en esta tierra?
- Ser humildísimo. No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir
del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.
- María, ¿podrías decirnos si se puede pedir al Señor el
hacer nuestro propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la
muerte?
- Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos
estaban enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía
al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario pare ir
directamente al Cielo, y el sacerdote respondió que él no se atrevía a pedir
eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la conversación.
Luego la muchacha murió antes, y poco después murió también el sacerdote; él se
apareció a la religiosa diciéndole:
-"Si hubiese tenido igual confianza que esa muchacha,
también yo hubiese ido directamente al Paraíso '´.
- Gracias por este hermoso testimonio, María.
Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar
de comer a las gallinas.
La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras
preguntas
- Sí, por cierto que es difícil describirlos. Pero, dime,
¿Jesús no va al Purgatorio?.
- Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va.
Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella
misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es
la Madre de Misericordia quien da noticias.
Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los
Ángeles están allí: San Miguel... y cada alma tiene cerca a su Ángel Custodio.
- ¡Qué estupendo, los Ángeles están con nosotros! Pero, ¿qué
hacen los Ángeles en el Purgatorio?
- Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.
- ¡Oh, qué bello!. María, si continuas hablándonos de los
Ángeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra pregunta: tú
sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué dicen las almas
sobre este tema?
- Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.
- Pero algunos sostienen que una sola vida no es suficiente
para conocer a Dios y para tener el tiempo de convertirse verdaderamente, y
piensan que eso no sea justo. ¿Qué le respondes a tales personas?
- Todas las almas tienen una fe interior; aun si no son
practicantes, ellas reconocen a Dios. No existe nadie que no crea totalmente.
Cada hombre tiene una conciencia para reconocer el bien y el mal, una
conciencia dada por Dios y un conocimiento interior, ciertamente de grados
diversos, como sea, sabe distinguir el bien del mal. Con tal conciencia cada
ser humano puede llegar a la bienaventuranza.
- ¿Qué pasa con las personas que se suicidan?. ¿Alguna vez
te visitó una de esas almas?
- Las almas que vienen a mí son sólo almas del Purgatorio.
Por lo tanto, hasta hoy, nunca encontré el caso de un suicida que se haya
perdido; eso no significa que no las haya. Pero algunas almas me dicen que con
frecuencia son más culpables aquellos que han estado alrededor de ellas, porque
han sido negligentes o han difundido calumnias.
A este punto pregunté a María si las almas se arrepienten de
haberse suicidado, y María me respondió que si, pero me dijo que,
- ... con frecuencia, el suicida es una persona enferma. Con
todo, las almas se arrepienten porque, apenas ven las cosas a la luz de Dios,
comprenden, en un solo instante, todas las gracias que les estaban reservadas a
ellas durante el tiempo que aún les quedaba por vivir, y ven todo el tiempo
restante (meses o años), y todas las almas que hubiesen podido ayudar
ofreciendo el resto de su vida a Dios; y lo que a ellas les causa mayor dolor
por su pasado es ver el bien que hubiesen podido hacer y que, en cambio, no
hicieron porque abreviaron su vida. Pero, si la causa del suicidio fue una
enfermedad, el Señor, sin duda, no lo tiene en cuenta.
- María, quisiera preguntarte si almas de personas de otras
religiones, por ejemplo judíos, han venido a visitarte
- Sí, y están en la felicidad. Quien vive bien su fe está en
la paz; pero es a través de la fe católica que se gana mucho más para el Cielo.
- ¿Existen religiones que son malas para las almas?
- No, pero ¡hay tantas religiones en la tierra!. Los más
cercanos a la fe Católica son los ortodoxos y los protestantes. Hay muchos
protestantes que recitan el Rosario; pero las sectas son muy, muy malas. ¡Hay
que hacer de todo para salir de ellas!.
- María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio?. (Aquí veo que
María alza los ojos al Cielo como para decir: "¡Ay de mí!...").
- Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener respeto
por la Eucaristía, y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia están en el
Purgatorio por haber descuidado la oración, y su fe ha disminuido; pero es
también cierto que muchos de ellos han ido directamente al Paraíso.
Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con un sacerdote
cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa:
-"Hubiera tenido que bendecir más",
me dijo.
-"Di a todos los sacerdotes que encuentres que deben
bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas bendiciones y conjurarían las
fuerzas del mal".
- Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir
verdaderamente según el Corazón de Dios?
- Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de
recitar cada día el Rosario.
- María, ¿hay niños en el Purgatorio?
- Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy
penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.
- Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte. Tú
nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que has visto;
era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el Purgatorio?
- ¿Por qué?. Esta niñita había recibido de sus padres, como
regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que también había
recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años había roto su muñeca y
entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la veía, fue a poner esa muñeca rota
en el lugar de la de su hermana, y a hacer así el cambio, sabiendo muy bien, en
su corazoncito, que habría ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba
cuenta que eso era un engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el
Purgatorio.
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva
que la de los adultos, y es preciso sobre todo luchar contra la mentira; ellos
son muy sensibles.
- María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de
la conciencia de sus hijos?
- Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante; y
luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e instruirlos bien
en las cosas de Dios
- Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas que,
sobre la tierra, practicaban perversiones?. Pienso, por ejemplo, en el campo de
la sexualidad.
- Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no se
han perdido, pero deben sufrir mucho para purificarse. En todas las
perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la
homosexualidad.
- ¿Qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas
por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?
- Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza de
alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel, pues es él, por
excelencia, quien combate contra el Maligno.
-¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las
tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma, a la
pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?
- Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se
dice decididamente: "¡Yo no quiero!"
Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera contar
que, sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las videntes de
Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y ella el infierno lo
ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de ir allí, y no es Dios quien
los manda. Al contrario, El suplica al alma acoger Su Misericordia. El pecado
contra el Espíritu Santo del que habla Jesús, y que por tanto no es perdonado, es
el rechazo radical de Su Misericordia, y eso en plena luz y en plena
conciencia. Yo señalo que Juan Pablo II lo explica muy bien en su encíclica
sobre la Misericordia; pero también en esto podemos hacer mucho, por medio de
la oración, por las almas que están en peligro de perderse.
- María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?
- Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento había
un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los sacerdotes y hasta
de ofender a Dios. No cesaba de maldecir, y yo le dije:
-"Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡no está
bien!".
Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de
la escalerita, dije sencillamente a Dios:
-"¡Señor, que esta alma no se pierda!...".
Algunos años después el alma de este hombre vino a visitarme
y me contó haber estado a la orilla del Infierno y de haberse salvado sólo por
la oración que yo había hecho en aquel momento.
Sí, es extraordinario ver como tan solo un pensamiento, un
impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda impedirle caer en
el infierno, porque es el orgullo que hace ir al infierno. Y el infierno es
eso: es el obstinarse en decir NO a Dios; pero nuestras oraciones pueden
suscitar, en quien muere, un acto de humildad; y sólo un impulso de humildad,
por mínimo que sea, tiene tanta fuerza como para hacemos evitar el infierno.
Un alma me contó:
-"No habiendo observado las leyes de circulación, me
maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en Viena‖.
Le pregunté:
-"¿Estabas preparada para entrar en la
eternidad?".
- "No lo estaba, agregó, pero Dios da dos o tres
minutos para que se puedan convertir a cuantos pecan contra de él con
insolencia y presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado".
El alma continuó con su comentario interesante e
instructivo:
-"Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen
que era su hora. Es falso: eso se puede decir sólo cuando una persona muere no
por su culpa. Pero según los Designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún
treinta años; entonces hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida".
Por eso el hombre no tiene el derecho de exponer su vida a
un peligro de muerte, salvo en caso de necesidad.
Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir por
haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no sufrieran
más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene para el alma un
valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no
el derecho de acortar la vida con medios químicos.
En otra ocasión vino una mujer. Confesó:
-"He debido sufrir treinta años de purgatorio porque a
mi hija no la he dejado ir al convento".
- María, ¿no te parece increíble que alguno pueda llegar al
punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?
- Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir al
Cielo; ¿y saben por qué?. Porque, según él, Dios permite los injustos y las
injusticias... Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no Dios. Me
respondió:
-Espero no encontrar a Dios, después de la muerte, porque
entonces le romperé la cabeza con un hacha".
El tenía un odio profundo contra Dios; pero Dios deja al
hombre su voluntad libre; podría impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a
cada uno su libre elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la
hora de la muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida
transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo, ciertamente
podemos salvarnos.
- Jesús dijo que es difícil, para un rico, entrar en el
Reino de los cielos. Tú, personalmente, ¿has visto a veces casos de este
género?
- Sí, si hacen buenas obras, pero obras de caridad, si viven
el Amor, entonces pueden llegar a ser como los pobres.
- Y ahora, María, actualmente, ¿te visitan las almas del
Purgatorio?
- Sí, dos o tres veces por semana.
- Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de
espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los difuntos, se
hacen girar las mesas, etc.
- ¡No es bueno!. Con frecuencia es el diablo quien hace
mover las mesas.
¡Oh, si, es importante decirlo!. Hay que hacer saber esto a
la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas espiritistas
aumentan cada vez más...
- Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia entre
lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de espiritismo?
- No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su venida;
vienen por sí solas, con el permiso de Dios.
En el espiritismo, en cambio, se evocan a los espíritus, se
los llaman. Pero es el demonio quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de
aquél. A veces se presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.
- Tú, personalmente, ¿has sido alguna vez engañada por
falsas apariciones?. Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un alma del
Purgatorio para hablarte?
- Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo:
-"No recibas al alma que vendrá después de mí, porque
te pedirá demasiados sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer
lo que te ha de pedir ―.
Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho
mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad, y yo estaba, por
cierto, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro de mí: "¿Acaso
no podría ser el demonio quien esté aquí ante mí, y no un alma del Purgatorio?.
¿No será el demonio que se ha camuflado?...". Dije entonces a aquel
hombre:
-"Si eres el diablo, ¡vete de aquí‖.
En seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el
alma que vino luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y
era en verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.
- Cuando el diablo aparece, ¿el agua bendita lo hace huir
siempre?
- Lo molesta mucho y con frecuencia huye.
- En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo en
Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus conferencias
y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo escondida. ¿Cómo es que, de
la noche a la mañana, la gente ha reconocido que tu experiencia sobrenatural
era auténtica?
- ¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que
suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.
A este propósito, María me contó varios testimonios. Sería
demasiado largo referirlos. Pero, muchas veces, diversas almas han venido a
verla para decirle:
-"Ve a mi familia, en tal pueblo (y ese pueblo ella no
lo conocía), para decir a mi padre, a mi hijo, a mi hermano que restituyan tal
propiedad, tal suma de dinero, tal objeto que, en tal lugar y en lo de fulano,
me he procurado de mal modo, y así yo seré liberada del Purgatorio cuando ese
bien sea restituido".
Entonces María refería todos los detalles de ese campo, de
aquella suma de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así, y las
personas quedaban sorprendidas viendo que ella conocía todos esos particulares,
porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que aquel
bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales hechos que
María comenzó a ser muy conocida.
- María, ¿existe un reconocimiento oficial de la Iglesia con
respecto al carisma que ejerces hacia las almas del Purgatorio, y también hacia
aquellos que son alcanzados con tu apostolado?
- Mi Obispo me ha dicho que, hasta que no haya errores
teológicos, yo debo continuar: Mi párroco, que es al mismo tiempo mi guía
espiritual, confirma también él estas cosas.
Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer indiscreta.
Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin duda alguna, cuando te
toque morir, miles de almas te escoltarán hasta el cielo. Imagino que tú
ciertamente no habrás de pasar por el Purgatorio, ¿No es así?
- ¡Oh!. No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque yo
he tenido más luz, más conocimiento, y por tanto mis culpas son más graves.
Pero espero igualmente que las almas me ayuden a subir al Cielo.
- Si, por cierto. Y tú, María, ¿estás contenta de tener este
carisma, o bien es para ti una cosa pesada y fatigosa todos esos continuos
pedidos por parte de las almas?
- No, no me lamento de las dificultades, porque sé que puedo
ser de mucha ayuda para ellas; puedo ayudar a tantas almas, y soy feliz de
poder hacerlo.
- María, te agradezco, también en nombre de los lectores,
por esos hermosos testimonios. Pero consiénteme de hacerte una última pregunta,
Para que podamos conocerte mejor, ¿podrías contarnos, en pocas palabras, algo
de tu vida?
- Cuando era niña, quería entrar en un convento. Mi madre me
decía de esperara a que tuviese 20 años. No quería casarme. Mi madre me hablaba
mucho de las almas del Purgatorio y, ya, desde cuando frecuentaba la escuela,
esas almas me han ayudado mucho. Entonces yo me decía que debía hacerlo todo
por ellas. Terminada la escuela, pensé ir al convento. Entré en las Hermanas
del Corazón de Jesús, pero, luego me dijeron que era demasiado débil de salud
para poder permanecer con ellas. En verdad, cuando era pequeña, había tenido
una pulmonía y una pleuritis. La Superiora confirmó que yo tenía vocación
religiosa, pero me aconsejó que entrara en una orden más fácil y esperara algún
año más. Yo, en cambio quería ingresar en una orden claustral y en seguida.
Después de otros dos intentos, la conclusión fue la misma: era demasiado débil de
salud. Entonces me dije que para mí entrar en el convento no era la voluntad
del Señor. He sufrido mucho, moralmente, y me decía: ―El Señor no me ha
mostrado lo que quiere de mí‖.
Esta espera duró para mí hasta la edad de 25 años, es decir
hasta el momento en que Dios me ha confiado esta tarea de orar por las almas
del Purgatorio. ¡Me había hecho esperar 8 años!. En mi familia éramos 8 hijos.
Yo trabajaba en casa, en nuestra estancia, desde los 15 años. Luego fui a
Alemania, como doméstica en la familia de un campesino, y después he trabajado
aquí, en la estancia de Sonntag. A partir de los 25 años, cuando comenzaron las
visitas de las almas, he tenido que sufrir mucho por ellas. Ahora estoy mejor
físicamente
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