Pidamos a
Nuestra Señora que nos conceda un corazón generoso que sepa dar y darse, que no
escatime tiempo, ni bienes económicos, ni esfuerzo... a la hora de ayudar a
otros y a esas empresas apostólicas en bien de los demás. El Señor nos mirará
desde el Cielo con amor compasivo, como miró a la mujer pobre que se acercó
aquella mañana al cepillo del Templo.
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